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& demás pensamientos sobre la actual incertidumbre en el sistema internacional
En esta video columna comparto mi análisis sobre la coyuntura arancelaria que ha reavivado Donald Trump en el contexto de su posible retorno a la Casa Blanca. Este episodio no es aislado, sino un reflejo del tipo de política exterior que ha caracterizado su visión del mundo: transaccional, unilateral y profundamente desconfiada de las alianzas tradicionales geopolíticas.
Para entender el clima actual del sistema internacional, es clave recordar que nos movemos en un entorno anárquico, es decir, sin una autoridad superior que regule el comportamiento de los Estados. En este contexto, Trump adopta una postura que podríamos calificar como realista, en la medida en que recurre a la coerción económica como herramienta de poder, priorizando la soberanía y la supremacía de Estados Unidos sobre la estabilidad del orden liberal internacional.
Sin embargo, esta estrategia tiene un costo. La reticencia a cooperar con aliados históricos, la imposición de tarifas unilaterales y la amenaza constante de retirarse de acuerdos multilaterales han erosionado la confianza en el liderazgo estadounidense. En lugar de fortalecer la posición de EE.UU., esta política podría estar incentivando a otros actores, como China o la Unión Europea, a buscar nuevas formas de colaboración al margen de Washington.
Desde la disciplina de las Relaciones Internacionales, esta tensión puede leerse a través de dos lentes teóricas: por un lado, el realismo entiende que, en ausencia de una autoridad global, los Estados compiten por recursos, poder y seguridad, y desconfían por naturaleza unos de otros. Por otro lado, el liberalismo institucional defiende la posibilidad de cooperación, incluso bajo condiciones anárquicas, a través de instituciones que reducen la incertidumbre y generan beneficios compartidos para los actores estatales y no estatales.
Desde mi orilla, seguiré atenta a la evolución de esta narrativa. Lo que está en juego no es solo una política arancelaria, sino la conjugación misma del orden internacional.
Corte eléctrico en España: ¿una falla técnica o una alerta geopolítica?
El pasado 28 de abril, un apagón masivo dejó sin electricidad a millones de personas en España. Aunque las causas aún están bajo investigación, el incidente ha puesto en evidencia una preocupación latente en Europa: la fragilidad de su sistema energético. La magnitud de la falla (que según reportes alcanzó el "cero energético" en algunas zonas) ha revivido viejos fantasmas sobre la seguridad energética y ha despertado nuevas inquietudes en el plano político, cibernético y económico.
Para la experta Lina Páez, el incidente va más allá de una simple falla técnica. “Siempre nos enseñaron que alcanzar el cero energético en una red interconectada como la europea era prácticamente imposible”, explica. “Estas redes están diseñadas con múltiples conexiones que pueden suplir una caída puntual. Lo que pasó en España no cuadra con ese diseño”.
Esa sospecha ha dado pie a teorías más complejas: ¿y si se trató de un ciberataque? ¿y si estamos ante una amenaza geopolítica disfrazada de falla eléctrica? “Pareciera que este tema se catapulta al ámbito político. Podríamos estar ante una amenaza de terceros, incluso de hackers. Hay una desconfianza creciente entre naciones y eventos como este pueden ser leídos como distractores o maniobras estratégicas”, señala Páez.
Desde la Guerra Fría, Europa ha tenido una relación ambivalente con la seguridad energética. Durante los 70 y 80, Estados Unidos impuso sanciones a sus aliados europeos para evitar que se integraran a la red de gas soviética. Washington que Moscú pudiera usar el gas como arma política. Décadas después, la dependencia europea del gas ruso sigue siendo un talón de Aquiles, agudizado por la guerra en Ucrania.
En ese contexto, la transición energética aparece como una esperanza... pero también como un desafío. Lina destaca que, aunque Europa ha avanzado (con un 24,5% de energía proveniente de fuentes renovables en 2023 y un crecimiento sostenido en eólica y solar), la intermitencia de recursos como el sol y el viento hace que la dependencia exclusiva de estas fuentes sea inviable. “La transición energética no puede ser vista como un destino, sino como un complemento. Europa aún necesita del carbón, el gas y el petróleo para garantizar estabilidad”.
Además, la experta subraya que el concepto de resiliencia energética debe incluir la seguridad tecnológica. “Todo funciona con tecnología: bancos, fuerzas armadas, redes de transporte. Cuando la red cae, no solo se va la luz, se abre una ventana crítica para el robo de información, la manipulación de sistemas o simplemente el caos.”
Más allá de los 8.000 millones de euros en pérdidas estimadas, el apagón del 28 de abril deja una lección clave: sin seguridad cibernética, sin coordinación regional y sin un enfoque realista frente a la transición energética, Europa seguirá caminando sobre una red tan frágil como invisible.
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